Una nueva estrella emerge en el campo republicano. Nikki Haley, quien fue embajadora ante Naciones Unidas y gobernadora de Carolina del Sur, va ganando apoyos. Sin embargo, este ascenso bien puede servir para nada, pues por mucho que suba Haley, la realidad de los números es lapidaria. Donald Trump suma un 62,5% de intención de voto, frente al 11% de Haley y del otro supuesto contrincante principal, Ron DeSantis, gobernador de la Florida.
Trump sigue siendo, electoralmente hablando, de teflón. Nada le lastra, ni los noventa cargos en su contra, ni los cuatro juicios por la vía penal, ni la sustracción de documentos clasificados, ni la condena por difamación tras una agresión sexual, ni el fallo en su contra por inflar su patrimonio, ni las dos veces que fue sometido al ‘impeachment’, ni el saqueo del Capitolio. Las inhabilitaciones en Colorado y Maine sólo le hacen sumar apoyos, cada vez más reforzado.
En los dos primeros estados en votar en primarias no hay ni siquiera sombra para la duda. En Iowa, Trump suma el 51,3% de intención de voto, y, en New Hampshire, el 46,3%. Un triunfo en ambos le convertirá inmediatamente en candidato indisputado, y ya solo quedará que elija un número dos. [Todos estos porcentajes son las medias que efectúa el sitio demoscópico RealClearPolitics, una referencia en los recuentos electorales.]
El candidato adorado
Trump es consciente de que las bases republicanas le adoran. En cierto modo, él se presenta como un presidente que aspira a ser reelegido, sin necesidad de primarias, como es el caso de Biden. Y en realidad, para sus seguidores en principio él sigue siendo su presidente verdadero, pues están convencidos estos de que en 2020 hubo fraude electoral y Biden es un presidente ilegítimo. La justicia ha negado que hubiera semejante amaño.
Trump ya alentó teorías conspirativas con Barack Obama. Antes de presentarse a las primarias de 2016, estuvo meses alimentando las sospechas de que Obama no había nacido en Hawái, sino en Kenia o la India, y que por tanto no podía haber sido declarado ganador de las elecciones. A su vez, muchos demócratas consideraron después a Trump presidente ilegítimo por haberse beneficiado de las injerencias de Rusia durante la campaña electoral de 2016.
En un clima político radicalmente dividido, cada vez más exasperado, los militantes republicanos no ven más allá de Trump, por mucho que más de un juez le haya declarado insurrecto. Biden, mientras, se presenta sin contrincantes de peso, protegido por el escudo de la presidencia, muy a pesar de su avanzada edad, 81 años, y una reducción patente en brío y movilidad.
Trump ha decidido hacer campaña, como siempre, a su manera. Se ha ausentado de los caóticos debates de primarias, pero todos los contrincantes han acabado hablando de él. Se meten con él, pero lo justo, conscientes de su aura mesiánica entre los votantes de primarias. Trump les insulta, se burla de su peso, de su altura y hasta de su coeficiente intelectual, pero todos ellos responden con deferencia y respeto. Cuando a Trump le expulsan de las papeletas en Colorado y Maine por insurreccionista, le apoyan, y creen que es una mala decisión, aunque les pueda acabar beneficiando.
En Estados Unidos, en un clima político radicalmente dividido y cada vez más exasperado, los militantes republicanos no ven más allá de Trump
Elecciones reñidas
De cara a las elecciones, la cosa está más reñida. La media de Real Clear Politics da a los dos candidatos, Trump y Biden, en torno a un 45% de intención de voto, empate dentro del margen de error. Pero esos porcentajes no son de gran ayuda, pues lo que importa es el colegio electoral, quien consiga 270 votos de este o más. Como referencia, basta recordar que desde los años de Bill Clinton, los republicanos sólo han ganado el voto popular en unas presidenciales en una sola ocasión, George W. Bush en 2004.
Son muchos los factores que decidirán quien se impondría en unas generales, pero a tenor de las elecciones parciales de 2022 y varios referendos posteriores, hay factores que están movilizando, y mucho, a los votantes demócratas, en especial la decisión de la Corte Suprema de eliminar la legalización del aborto hasta que el feto sea viable.
En estados conservadores, como Kentucky o Ohio, las opciones demócratas se han impuesto cómodamente en meses recientes. Ya en las parciales de 2022, los republicanos consiguieron unos resultados mucho peores de los esperados, y fracasaron a la hora de conseguir una mayoría en el Senado. En la Cámara de Representantes obtuvieron una mayoría mínima de apenas nueve votos de 435. Más que las encuestas, esos resultados dibujan un futuro complicado para los republicanos bajo sus actuales líderes.