
Alemania entera siguió el pasado miércoles la evacuación por parte de las fuerzas especiales de un colegio de Hamburgo. Con francotiradores apostados en el tejado y en los edificios circundantes, los escolares fueron escoltados a un centro cercano sin que se permitiese a los padres acercarse a la zona acordonada. En medio de la confusión, los portavoces policiales informaban solamente que varias personas armadas habrían amenazado a un profesor. Cuarenta y ocho horas después, con el relato completo de los hechos, los responsables policiales oscilan entre la indignación y el rubor. Cinco menores han sido en total detenidos e interrogados. Han confesado que usaron armas de juguete, que parecían engañosamente reales, sin ser capaces de definir su motivación. El menor de ellos tiene once años.Los cinco se conocen: un niño de once años, dos de doce, uno de trece y otro de catorce. La Policía les ha incautado tres armas de juguete. Con ellas habían cometido días atrás un robo en una tienda y, visto el resultado, las utilizaron también en el colegio. Poco antes de las once de la mañana del miércoles, el niño de trece años y uno de los de doce amenazaron a un profesor del colegio público del distrito de Frahmstraße, en Blankenese, y luego huyeron. Repetición de los sucesosCasi cuatro horas más tarde, el mismo niño de doce años, otro de la misma edad, junto a los de once y catorce años, protagonizaron otra situación similar de amenaza, esta vez en la escuela primaria del distrito de Bahrenfeld. En Blankenese, un empleado del colegio alertó a la Policía, que acudió con un gran contingente y dos unidades de fuerzas especiales . Al principio, la Policía supuso que se trataba de una amenaza real, posiblemente incluso de un tiroteo. Se ordenó a las clases escolares que se atrincheraran en sus aulas hasta que agentes del Comando de Operaciones Especiales (SEK) registraron todas las habitaciones de la escuela y fueron, clase por clase, escoltando a los alumnos fuera del edificio. La operación no terminó hasta la tarde. Una vez puestos a salvo los alrededor de 1.100 escolares, dio comienzo la investigación y las detenciones. Los detenidos, tras ser interrogados, fueron entregados a sus avergonzados padres. El día siguiente, como estipula el protocolo, se brindó apoyo psicológico en el colegio, tanto a alumnos como a profesores.El director de la escuela del distrito de Blankenese, Philip Reuter, se ha mostrado aliviado por el desenlace: «En primer lugar, quiero agradecer a todos los colegas que ayer hicieron un excelente trabajo y, al mismo tiempo, a todos los padres, que confiaron en nuestro trabajo y en el de la policía, y esperaron todo el día». »Tenemos muchas esperanzas de que podamos volver rápidamente a una vida cotidiana normal y deshacernos de lo que hemos experimentado y de que poco de ello quedará con todos y cada uno de nosotros«, ha dicho. Pero no será tan sencillo olvidarlo. El hecho de que los medios de comunicación alemanes siguiesen durante todo el día el suceso de Hamburgo tuvo un fatal efecto de imitación en Offenburg, donde un estudiante de la Waldbachschule se presentó en el centro con un arma y mató ayer a un compañero de 15 años de un disparo en la cabeza. Después de efectuar el disparo, y aparentemente bloqueado por el crimen que acababa de cometer, fue reducido pacíficamente por un padre de dos gemelos de ocho años que había ido al colegio a recogerlos, Sabah Ayoub. «Vi venir un niño vino con una pistola. Le dije: ‘¡Baja el arma!’. Él tiró el arma y yo tomé su mano», ha relatado. Después, tras hacerse una ida más clara de lo que acababa de suceder, le pidió que se tumbase en el suelo y se arrodilló sobre su espalda, mientras llamaba a la policía. Hasta que llegaron los agentes, otros 180 estudiantes se atrincheraron en sus aulas.