Hay también historias de héroes entre los socorristas que asistieron en la tarde noche del lunes al drama del autobús siniestrado en Mestre, cerca de Venecia, el segundo accidente de autobús más trágico en la reciente historia de Italia, con la muerte de 20 turistas extranjeros y el conductor italiano, y con 15 heridos, dos de ellos españoles. Entre los fallecidos se encuentra la joven croata Antonela Perkovic, 25 años, en su sexto mes de embarazo, que estaba en luna de miel con su marido, Marko Bakovic (24), que sobrevivió y resultó herido, y desde su cama del hospital preguntaba desesperadamente por ella. Se conocían y se amaban desde que eran casi adolescentes.
En la tragedia con 21 cruces, y con veintiuna historias con familias destrozadas, hay también historias de héroes en la noche, como las de Boubacar Touré, gambiano de 27 años, que llegó en una patera a Sicilia esquivando la muerte, y de Godstime Erheneden, nigeriano de 30 años, que extrajeron cinco personas entre las llamas del autobús incendiado, un infierno con escenas desgarradoras como la de un padre salvando a su hija de cuatro años sacándola por una ventana.
Boubacar Touré y Godstime Erheneden, obreros en la empresa de construcción naval Fincantieri, estuvieron entre los primeros en intervenir. Compañeros de habitación, viven en un edificio al lado del paso elevado de Mestre desde el que el autobús voló diez metros hasta incendiarse en la caída. «Estábamos cocinando cuando escuchamos un gran estallido. Pensábamos que era un terremoto», dice Touré. Inmediatamente corrieron hacia el autobús y sin pensarlo ni un momento se sumergieron en el infierno. Han contado su historia a los medios italianos.
Actitud heroica
Boubacar Touré ha declarado al periódico ‘La Nuova Venezia’: «Llegué en patera a los 17 años a Sicilia, los italianos me salvaron la vida y ahora he hecho algo por ellos». «No pegué ojo en toda la noche después de lo que vi». Así ha contado lo que vivieron: «Vimos al conductor con el rostro lleno de sangre, e inmediatamente comprendimos que estaba muerto. Fue un desastre. Intenté quitar las láminas de metal, incluso me quemé las manos. Al final conseguimos sacar a cinco personas y un perro. También alejamos de las llamas a una niña. Primero saqué a la madre, que gritaba: ‘Mi hija, mi hija’. A la niña la cogimos y la colocamos sobre el asfalto. Su madre estaba desesperada, intentaba sentir los latidos de su corazón, porque tenía la cara toda ensangrentada», cuenta el gambiano Boubacar Touré. Lo interrumpe su compañero Godstime para añadir: «Yo me temo que estaba muerta. Estoy en shock, debía tener la edad de mi hijo», dice el inmigrante nigeriano que perdió sus zapatos.
«No pegué ojo en toda la noche después de lo que vi», explicó Boubacar Touré
«Utilicé un extintor -sigue contanto Boubacar Touré-, pero no fue suficiente, en ese momento había más humo que llamas. Luego llegó la policía y me dio otro más pequeño. Me dijeron que tuviera cuidado, estaba explotando, pero dentro había gente viva, se podía sentir que estaban vivas. Después llegaron inmediatamente los bomberos y logré sacar a otra madre, con un bebé, pero estaba quemada. La gente gritaba». Cuando las llamas comenzaron a envolver el autobús, Touré y Godstime tuvieron que rendirse. «No quería que toda esa gente muriera. En aquellos momentos no sentí miedo, pero sí cuando volví a casa. No pude pegar ojo», afirma Touré. Su compañero da las gracias a los bomberos: «Nos dieron ropa nueva, la nuestra estaba cubierta de sangre». Su jefe llamó a Boubacar Touré: «Buba, estuviste genial». Pero el inmigrante gambiano tiene sobre todo en sus oídos el grito de la madre: «Hija mía, hija mía».