
En términos de comunicación política, John Fitzgerald Kennedy representa una profunda transformación en la historia de la Presidencia de Estados Unidos . Al tomar posesión tras las reñidas elecciones de 1960, tenía tan solo 43 años. Pero para entonces, ya era un consumado veterano del relato, de los debates electorales televisados, de la oratoria inspiradora y del liderazgo icónico. Toda una carrera tan exitosa como guionizada. Desde la rutilante inauguración de su mandato, que empezaría con una sobredosis de esperanza y terminaría en tragedia, Kennedy puso en escena el cambio generacional y de estilo que supuso su llegada a la Casa Blanca. Al jurar el cargo sobre la misma biblia con la que sus humildes ancestros cruzaron el Atlántico procedentes de Irlanda, JFK se parecía mucho más a una estrella de Hollywood que cualquiera de sus predecesores en el Despacho Oval.Aquel momento sirvió para confirmar hasta qué punto era válida la gran lección aprendida hace tan solo unos meses en los primeros debates presidenciales entre John F. Kennedy y Richard Nixon retrasmitidos por televisión: la imagen puede resultar tan importante como la sustancia.Noticia Relacionada estandar Si Robert F. Kennedy Jr. complica ahora también a Trump: se presentará a la presidencia como independiente Javier Ansorena Poco después de convertirse en candidato, sorprendió a muchos por situarse con niveles de apoyo del 20% en las primarias demócratas, muy por encima de lo esperado ante BidenPadecimientos Con todo, esta imagen de cambio vigoroso no se correspondía exactamente con la realidad más física de John F. Kennedy. Su imagen saludable contrastaba con un doloroso cúmulo de padecimientos y serios problemas médicos. Una lista que incluía la enfermedad de Addison, colitis, úlceras, infecciones del tracto urinario y dolores crónicos de espalda. Al tener muy claro que cualquier demostración de debilidad física tendría un impacto negativo, ayudantes y doctores de confianza hicieron literalmente todo lo posible para disimular en una era de multiplicado escrutinio televisivo. Durante su mandato limitado a tan solo 1.036 días, John F. Kennedy y su equipo crearon uno de los capítulos más sofisticados en la historia de la comunicación política de la Casa Blanca. En este sentido, la trayectoria de JFK representa una combinación de talento junto a una cuidadosa premeditación. Se puede decir que su carrera política fue planteada, incluso desde antes de su inicio formal, como un montaje mediático permanente. Como ejemplo, sirva su primer libro. Para culminar su grado universitario en Harvard, JFK tuvo que completar una tesina. El resultante trabajo de fin de grado se centró en el apaciguamiento de Múnich como preludio de la Segunda Guerra Mundial. En ese texto de 150 páginas completado en la primavera de 1940, el joven Kennedy se atrevía a exonerar a los líderes del Reino Unido por no plantar cara y detener en su momento a Hitler. Joseph P. Kennedy, el patriarca de la familia, decidió que ese trabajo universitario era sensacional y solicitó a su amigo Arthur Krock, influyente del columnista del ‘New York Times’, que ayudase a publicar la tesina en forma de libro. Krock correspondió no solo ayudando en el muy necesario proceso de reescritura, sino que también sugirió hasta el título con el que finalmente sería publicado el precoz volumen: ‘While England Slept’. Otro relevante amigo del padre, Henry Luce, se encargó de escribir el prólogo en los términos más elogiosos posibles. Tras el ataque japonés contra Pearl Harbor, Kennedy dio otro paso decisivo en la construcción de su relato incorporándose como voluntario a la Navy. Después de un seguro primer destino en la Oficina de Inteligencia Naval, Kennedy abandonó la comodidad de sus ventajosas conexiones familiares y terminaría siendo enviado a las Islas Salomón como oficial de una lancha torpedera. En la inmensidad del Pacífico es donde empezaron a forjarse sus exageradas hazañas bélicas.Kennedy, en la intimidad con su familia y personas cercanas ABCOperaciones delicadasDurante una escaramuza nocturna en marzo de 1943, un destructor enemigo embistió y hundió la nave que comandaba Kennedy. El joven oficial, a pesar de sus heridas, dirigió a los supervivientes de su tripulación hasta que finalmente pudieron ser rescatados . Inicialmente, JFK fue clasificado por la Armada de EE.UU. como desaparecido en combate, pero tras una serie de peripecias, incluido un legendario mensaje de rescate grabado en un coco, su epopeya de seis días tuvo un feliz desenlace. De vuelta a casa y aupado a la categoría de héroe con la ayuda de periodistas como el legendario corresponsal John Hersey, la embellecida saga de la patrullera PT-109 facilitaría a Kennedy su salto a la política a nivel federal, a pesar de la insistencia de su padre partidario de que esa singladura en la vida pública empezase gradualmente. En las elecciones 1947 ganó un escaño por Boston en la Cámara de Representantes para en 1953 ascender al Senado con tan solo 35 años. Además de completar su currículo con otro libro sobre el coraje en política que le haría ganar un premio Pulitzer.Para apreciar la meteórica carrera en Washington, a los tres años de ocupar un escaño en la Cámara Alta, Kennedy casi estuvo a punto de ganar la nominación del Partido Demócrata como aspirante a vicepresidente en la candidatura liderada por Adlai Stevenson. Cuatro años más tarde, JFK ganó la nominación presidencial en la primera votación del cónclave nacional celebrado por los demócratas en Los Ángeles, entre el 11 y el 15 de julio de 1960. Con facultades no precisamente abundantes entre la mayor parte de sus antecesores y sucesores, Kennedy contaba con la experiencia –muy limitada pero de primera mano– de haber conocido desde dentro el funcionamiento de la Prensa al haber podido realizar una serie de colaboraciones periodísticas en el arranque de su cuidada carrera política. En abril de 1945, el padre de JFK, gracias a su amistad con el magnate multimedia William Randolph Hearst, consiguió que su hijo fuera asignado a cubrir eventos históricos fuera del alcance de un becario con pretensiones.Todo ese bagaje en el mundo de los medios permitió eventualmente a Kennedy afrontar los retos de la comunicación política de la Casa Blanca bastante mejor preparado que otros muchos ocupantes del Despacho Oval, que consideraban estas obligaciones como algo tan molesto como incomprensible. JFK era además un lector voraz de periódicos y toda clase de contenidos periodísticos a un nivel de consumo de noticias solamente comparable con FDR. Aunque como muchos otros políticos, Kennedy era también enormemente suspicaz ante críticas o coberturas negativas en detrimento de su normalmente altísimo nivel de confianza en sí mismo.Con facultades no precisamente abundantes entre la mayor parte de sus antecesores y sucesores, Kennedy conocía desde dentro el funcionamiento de la PrensaComunicación incansableEn ese afán por conectar directamente con su audiencia, Kennedy superó toda una plusmarca retórica, aprovechando al máximo la visible tribuna de la Presidencia. No solamente protagonizó todo un récord de nueve alocuciones televisadas a la nación, sino que también pronunció más discursos públicos que Woodrow Wilson y cualquiera de los dos Roosevelt. Es decir, superó a todos sus predecesores a la hora de utilizar con mayor capacidad y sensibilidad su plataforma presidencial a la hora de generar respaldo en la opinión pública americana a favor de sus políticas.Con todo, John F. Kennedy como presidente heredó la renuencia de sus predecesores menos mediáticos a la hora de celebrar frecuentes ruedas de Prensa. Su media anual se limitó a 29 conferencias, muy por debajo del récord establecido por Franklin Delano Roosevelt. Sin embargo, a pesar de sus limitadas comparecencias, Kennedy demostró su habilidad para convertir las ruedas de Prensa en diálogos retrasmitidos en directo a toda la nación. Su mandato coincidirá con la expansión del tiempo asignado a los principales telediarios de las grandes cadenas de 15 a 30 minutos. Y, de hecho, la Casa Blanca terminó por convertirse en lo más parecido a un permanente plató de televisión . Todo este alarde de comunicación también generó críticas centradas en la transformación de la política en un espectáculo.El argumento principal era que la puesta en escena de la Presidencia, a pesar de las limitaciones tecnológicas de los años sesenta, se estaba alejando del dominio legítimo de lo informativo para adentrarse en el ámbito mucho más problemático y teatral del espectáculo de masas. Con todo, John F. Kennedy puede ser considerado con sobrados méritos como el primer presidente que supo utilizar la televisión para su beneficio político.