
Israel y Hamás han convertido el hospital de Al Shifa en un infierno en la mitad de la Ciudad de Gaza. Los combates a las puertas del principal centro sanitario de la Franja mantienen cercadas a más de 2.000 personas, de ellas 650 pacientes cuya evacuación resulta imposible en medio del fuego cruzado. 650 pacientes sin agua, electricidad, oxígeno, medicinas ni comida.
El ministerio de Salud informó de la muerte de 32 de ellos, entre ellos tres recién nacidos ya que las incubadoras están desconectadas. Además de Al Shifa, el hospital Al Quds, segundo más importante de Gaza, también quedó fuera de servicio debido a los combates. Sólo el hospital Al Ahli permanece operativo en la ciudad y está absolutamente desbordado por los heridos.
Las comunicaciones son complicadas con los centros médicos cercados por el Ejército. Israel acusa a Hamás de esconder su gran base de operaciones en túneles bajo Al Shifa y de usar Al Quds para atacar a sus tropas. Según los militares, «un escuadrón terrorista parapetado entre un grupo de civiles a la entrada del hospital Al Quds nos disparó» y «fueron eliminados».
El Ejército dijo que en esta operación mataron a 21 milicianos enemigos e insistió en que los islamistas usan hospitales y ambulancias para sus acciones, lo que «va en contra de la ley internacional y los convierte en objetivos militares legítimos». Hamás niega estas acusaciones.
Médicos Sin Fronteras (MSF) pudo contactar con uno de sus cirujanos en Al Shifa quien contó que «no tenemos electricidad. No hay agua en el hospital. No hay comida. La gente que depende de respiradores morirá en unas horas si estos siguen apagados. Frente a la puerta principal hay muchos cadáveres, también hay pacientes heridos a los que nos podemos llevar dentro». El cerco es total y piden a Israel «garantías de que se establecerá un corredor seguro, porque hemos visto cómo han matado a algunas personas que intentaban salir del hospital».
El equipo médico ha aceptado abandonar el hospital, pero antes exige a los israelíes que les garanticen la evacuación de los 600 pacientes ingresados, de los cuales 37 son bebés. Cada minuto que pasa es oro ya que los pacientes que estaban en soporte vital en la unidad de cuidados intensivos (UCI) van muriendo por la falta de oxígeno.
Garantía de evacuación
Unas de las pocas imágenes que se difundió fue la de decenas de muertos tirados frente a una morgue en la que no entra un cadáver más y un camión frigorífico que, sin combustible, de nada sirve para conservar unos cuerpos en avanzado estado de descomposición.
Desde que Israel lanzó su operación contra los grandes hospitales y se complicó el contacto con ellos, se ha parado la actualización de la cifra de fallecidos, que supera los 11.000, la mayoría mujeres y niños. El ministerio de Salud insiste además en que hay al menos 3.250 desaparecidos entre los escombros, la mitad de ellos niños. La Media Luna Roja Palestina confirmó que recibe llamadas desde la Ciudad de Gaza y otras zonas del norte sobre «un gran número de personas atrapadas bajo los escombros y decenas de heridos que necesitan atención médica de emergencia, pero las ambulancias no pueden llegar hasta ellos».
Presión internacional
Poner a los hospitales en la primera línea de combate supone un paso más en una guerra que no conoce líneas rojas. Mukesh Kapila, ex coordinador humanitario de la ONU, declaró en una entrevista en Al Jazeera que «lo que estamos viendo es que todas las reglas se han roto y no hay normas. Esto es una guerra contra toda una sociedad. Por lo tanto, lo que necesitamos es un rescate desde el exterior». Entre los más de 11.000 muertos hay un centenar de trabajadores del organismo internacional, una cifra de bajas jamás sufrida por la ONU en una guerra.
Ese rescate podría llegar en forma de alto el fuego, aunque de momento parece lejano pese a la presión que supone la presencia de más de 200 cautivos en manos de Hamás. Israel piensa que la fuerza es el mejor argumento para intentar traer a los suyos con vida de vuelta y por eso combate en el corazón de Gaza. El alto número de civiles muertos y la enorme destrucción han provocado que la presión diplomática internacional comience a crecer, aunque de momento «no es particularmente alta», en palabras del ministro de Exteriores Eli Cohen.
El responsable de la diplomacia israelí estima que la «ventana diplomática» es de unas dos o tres semanas hasta que la presión comience a aumentar seriamente. Para Cohen, la presencia de los 240 rehenes en manos de las facciones palestinas es una «herramienta central» que da legitimidad a Israel para continuar luchando, y piensa que «el mundo acepta que Israel no se detendrá hasta que los cautivos sean liberados».