Las negociaciones sobre el salario mínimo en Colombia se están acercando rápidamente. Por un lado, los sindicatos exigirán un aumento por encima de la inflación para salvaguardar su poder adquisitivo, que se ha visto muy afectado por la reciente reforma tributaria. Por otro lado, los empresarios argumentarán que la remuneración por el trabajo debe estar alineada con la productividad laboral.
La discusión, seguramente, discutirá los argumentos para proteger a los trabajadores, mientras se ignoran las realidades estructurales cuando se trata de productividad en una economía global. Los resultados del Consejo de Competitividad Privado son asombrosos; se necesitan alrededor de cuatro trabajadores colombianos para producir lo que se hace en los Estados Unidos.
Hay dos razones principales que pueden ayudar a arrojar luz sobre las razones de nuestra falta de productividad: 1) inversión deficiente en innovación y capacitación para el trabajo y 2) una alta tasa de informalidad.
Ricardo Hausmann, en un artículo publicado por Projec Syndicate, sugiere que copiar modelos como Silicon Valley, sin haber pasado por los pasos previos para que ocurra un ecosistema similar, es inocuo, y da sugerencias para promover la innovación en los países que atraviesan el proceso de desarrollo. Este economista nos recuerda que la mayoría de las inversiones en investigación y desarrollo en el mundo desarrollado fueron impulsadas por grandes empresas, como AT & T, que tenía una posición de monopolio en el mercado. Esta empresa invirtió grandes sumas de dinero en laboratorios y think tanks y desarrolló tecnologías como fax, láser, radares y comunicaciones satelitales, entre otros.
Desafortunadamente, los monopolios colombianos invierten poco en innovación y capacitación de talentos. La mayoría de sus esfuerzos apuntan a proteger sus negocios de la competencia global y a mantener estructuras de producción deficientes, que generan un mayor costo para los usuarios por un servicio de mala calidad. Es hora de cambiar la forma en que vemos los cárteles que dominan nuestra economía; o pasamos las verdaderas leyes antimonopolio o buscamos formas de involucrarnos más en mejorar la competitividad laboral e innovar.
Para esto, necesitamos desarrollar una sinergia entre la corporación, la academia y el estado. El sistema educativo debe ser más relevante para la experiencia laboral real, y los trabajadores deben aprender sobre las nuevas tecnologías. El sector empresarial debe definir claramente sus necesidades cuando se trata de recursos humanos, y el Estado debe restringir su proteccionismo, que busca sofocar la competencia a través de restricciones comerciales y beneficios fiscales que ayudan a las empresas colombianas a expensas del consumidor colombiano.
Adicionalmente Colombia tiene la segunda tasa más alta de informalidad laboral en la región, superada solamente por Perú. Esto se debe a una combinación de varios factores: impuestos muy altos, un sistema educativo mediocre y un alto salario mínimo en comparación con el salario promedio. El salario mínimo excede el salario promedio en solo seis de los 32 estados de Colombia.
La informalidad es la principal explicación de la baja productividad; genera desincentivos para la acumulación de capital humano. Uno de cada tres trabajadores en el sector formal requiere altos niveles de habilidades cognitivas complejas, mientras que solo uno de cada seis en el sector informal los requiere. Para revertir la tendencia, es necesario encontrar formas para que estos trabajadores accedan a los programas de capacitación para el trabajo. Políticas como escuelas comerciales y programas de capacitación del gobierno como «Ser Pilo Paga» (un programa colombiano traducido como «Vale la pena ser inteligente») pueden ser eficaces para romper el círculo vicioso, ya que dan a los hijos de trabajadores informales acceso a una educación de calidad.
Nos hacemos un flaco favor adhiriéndonos a los mismos viejos argumentos. Si no se aborda el problema de la baja productividad de la mano de obra, continuaremos con altos índices de informalidad en el mercado laboral y no estará bien equipado para competir en la economía mundial.